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Derechos de los Niños: Deben ser cumplidos

La niñez es una de las instituciones más vulneradas de la humanidad. La sociedad tiene una somera idea de cómo deben ser tratados los chicos, y relaciona a la infancia con un cierto grado de indefensión, por el cual, los menores deben ser protegidos.

Históricamente, los niños carecían de todo tipo de valor y existía una relación de poder en donde la parte dominante era el adulto, más específicamente el padre de familia. El padre era el dueño de su hijo y disponía de él a su gusto. Concretamente, la importancia del niño estaba dada por el provecho o beneficio que aquel podía brindar a su progenitor. Tal es el caso de los campesinos, que veían a su hijo como mano de obra, como fuerza de trabajo a su disposición.

La sociedad fue evolucionando, y al menos, en la teoría, se pasó a reconocer al niño como un sujeto de derechos. Ya el padre no tiene esa soberanía absoluta respecto a su hijo, sino que tiene derechos- deberes que están específicamente regulados por las normas positivas para cuidar el interés superior del menor. Lamentablemente, la sociedad evoluciona, pero también involuciona; esto último se encuentra claramente demostrado cuando salimos a la calle y vemos chicos de corta edad limpiando vidrios, vendiendo cosas o pidiendo limosna por la ciudad.

Nuestro país incorporó a nuestro ordenamiento jurídico interno la Convención Internacional de los Derechos del Niño. A partir de aquella oportunidad, esos derechos consagrados tienen aplicación directa y son de cumplimiento obligatorio para el estado nacional.

En el código civil, ordenamiento jurídico que rige la vida de los ciudadanos, se adquiere la mayoría de edad a los 21 años. Por contrario sensu, quien no ha cumplido dicha edad es considerado menor. En la Convención Internacional de los Derechos del Niño, se define al niño como todo ser humano menor de 18 años.

El estado firmante de dicha convención, en este caso Argentina, se compromete entre otras cuestiones a “atender el interés superior del niño”. Esta frase genérica es la llave a toda la regulación protectora de los derechos de la infancia. Los Estados Partes se comprometen a asegurar al niño la protección y cuidado que sean necesarios para su bienestar, teniendo en cuenta los derechos y deberes de sus padres y deben adoptar todas las medidas administrativas, legislativas y de otra índole apropiadas para dar efectividad a los derechos reconocidos en la Convención. Esto significa que el gobierno debe velar por que se cumplan en la práctica, y no para quedar enmarcados en un cuadrito, todos los derechos que se le reconocen a los niños en este documento. Nótese que a diario escuchamos casos de desnutrición infantil, vemos a chicos pidiendo por la calle, circulando solos, sin el cuidado de un mayor a cargo, sucios, desabrigados, sin nada que comer, todo esto se contrapone claramente con lo prescripto con la normativa vigente, pero parece que el gobierno mira para otro lado y no hace nada al respecto. Los funcionarios deben caminar por la ciudad con anteojeras para poder seguir en su camino sin notar esta terrible realidad.

Entre los derechos consagrados de los niños encontramos: derecho a la vida: el estado le debe garantizar en la máxima medida posible su supervivencia y desarrollo; derecho a la identidad: el niño debe ser registrado inmediatamente después de su nacimiento, otorgándosele un nombre y una nacionalidad, como así también la posibilidad de conocer la identidad de sus progenitores. A su vez tiene derecho a preservar esta identidad, la nacionalidad y las relaciones familiares adquiridas al momento del nacimiento. Derecho a ser oído: los chicos tienen derecho a expresar libremente sus opiniones en todos los asuntos que los afecten, debiendo tenerse en cuenta y valorarse las mismas de acuerdo a su edad y madurez; es por ello, que en un proceso judicial o administrativo en el que esté inmiscuido el menor, debe ser escuchado ya sea en forma personal, a través de un representante o de un órgano apropiado. También se les reconoce la libertad de expresión: esto significa que puede buscar, recibir y difundir ideas de todo tipo. Por supuesto que como cualquier ser humano poseen libertad de pensamiento, conciencia y religión. Los padres o tutores, son los encargados de la crianza y el desarrollo del niño, y siempre lo deberán llevar a cabo como dijimos, en miras del interés superior del menor. El estado debe actuar como un colaborador esencial en la tarea de los responsables del cuidado de los chicos, poniendo a su disposición las herramientas para llevar a cabo las tareas que les fueron encomendadas. Un derecho que parece bastante utópico en nuestro país es el que se relaciona con la salud, la normativa dice textualmente: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al disfrute del mas alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. Los Estados Partes se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios sanitarios”. Bajando nuevamente a la realidad, lamentablemente nos damos cuenta que los hospitales públicos, no tienen los recursos necesarios para la debida atención ni de los chicos ni de los grandes, y además tampoco se ofrece a quienes padecen alguna dolencia la medicación para poder llevar adelante el tratamiento médico del caso. A su vez, el estado debe combatir las enfermedades y la malnutrición. Otro derecho fundamental es a la educación: el objetivo es brindar igualdad de oportunidades a los menores, obligando a tener una educación básica gratuita para todos.

Los Estados partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas apropiadas para su edad. Esto último, me hace recordar una nota leída en un periódico nacional, donde se efectuaba una reflexión acerca de un niño de 10 años que trabajaba de cartonero. El cuadro de ver al niño trabajando en la calle como a un adulto, como a muchísimos más, retrotría a la narradora a esas viejas fotografías en donde aparecían jóvenes hilanderas accionando telares o chicos trabajando en minas de carbón. Cientos de años han pasado desde aquellas épocas y el trabajo infantil sigue igual.

El problema de nuestra sociedad no radica en cambiar las leyes que tenemos sino en hacer respetar el espíritu de las mismas y los fines para los cuales fueron creadas. De nosotros depende conociendo el deber ser, lograr que se lleve a la práctica.